viernes, agosto 22, 2014

Jugando a la escuelita

En el segundo piso de un local comercial, dentro la recién terminada medina de Fez, Fátima juega a la escuelita, mientras su padre está en la tienda, su mamá prepara la cena, y sus hermanos simulan defender la muralla, lanzando flechas imaginarias a invasores creados por su fantasía. Lo cierto es que con apenas 40 años de fundada, la ciudadela medieval se ha convertido en el centro religioso y comercial de la región, en un país que hoy conocemos como Marruecos.

-         ¡A comeeer! Grita mamá, con suficiente fuerza para que todos la escuchen.
-         Voy mami. Y en ese instante la niña de cinco años dio por concluida la lección de lectura que le impartía a sus muñecos. – Eso es todo niños. Para mañana practiquen leer con fluidez las palabras que están en la página 8 de su libro. - Y diligentemente se acerca a poner la mesa.

Su padre sube por la escalera a grandes trancos y guía a la colaboración a uno de sus hijos, mientras él mismo acomoda el espacio para aprovechar la brisa de la tarde.
-          Anda, Ibrahim, ayúdale a tu madre. Llena esta jarra con agua del aljibe y tráela por favor.
Tras agradecer a Alá por su bondad, por los alimentos compartidos y comenzar a cenar, mamá trae un tema a conversación.
-          Querido, Fátima quiere pedirte algo.
-          ¿Ajá? Claro hijita, dime. -Contesta él mirado a la niña, mientras finaliza sus dátiles y albaricoques.
-        – ¿Puedes enseñarme a leer? – La verdad es que Mohamed Al-Fahiri no se esperaba una solicitud de ese tipo. Su expresión transitó rápidamente de ternura, a sorpresa y luego a profundo interés. Tras pensarlo un poco, contestó con una gran sonrisa.
-          Por supuesto que sí. – Y su hija saltó a sus brazos llena de agradecimiento y emoción. - Y ahora dime. ¿Por qué quieres aprender a leer?
-         – Pues es que ¿cómo le voy a enseñar a leer a mis muñecos si no se leer yo?
-         – Ah, ya veo. Y entonces si yo te enseño ¿tú le enseñarás a leer a todos ellos?
-         – Si papi, te lo prometo.
-         – ¡Yo también quiero aprender! Comentó uno de sus hermanos, y entre risas y anécdotas cotidianas terminaron de cenar.


El papá de Fátima Al-Fihri cumplió su palabra enseñando a leer a su pequeña. Y ella cumplió su promesa: con entusiasmo dedicó su vida a estudiar y a enseñar, contribuyendo a que Fez, se convirtiera en el centro cultural de occidente del Islam, para después ser conocida como la Atenas de África. Su gusto por “jugar a la escuelita” también nos hace transitar de la ternurita, a la sorpresa y luego al profundo interés, pues Fátima acabó fundando la universidad de Karaouiyne el año 859, misma que después de 1,150 años es la institución educativa más antigua del mundo, abriendo año con año sus puertas a alumnos con ganas de aprender. ¿Acaso no dan ganas de tomar o dar clase en este espacio milenario?

© Ricardo Medina Covarrubias, 22 de agosto 2014.

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domingo, enero 22, 2012

Presente - Ausente

Estás casi presente, como un murmullo distante o cambio en el viento, eres multitud doblando la esquina o ventisca que anuncia un tornado por llegar, no sé. De repente, en tus labios y tu mirar rebotan a lo lejos los ecos de pasado, los destellos del encuentro renovado por venir.

Estás casi ausente, el ansia de la pérdida me inquieta, asalta y no se diluye por no estar. Como si las inercias de lo mecánico tomaran iniciativa en su propio cauce, conspirando anónimas para evitar la esquina, o para llevar el canto de la lluvia a otro mar, quizás. Y entonces quedo inmerso en tu sonrisa y empapado por tus guiños, quienes resuelven con gozo, por cada momento que llevamos hasta aquí.

Por esto, en cada fragmento de encuentro contigo, recolecto y forjo cristales de afecto radiante, canto de aliento y perenne compartir. Mírame, aquí estoy, sigo aquí. Óyeme, no me alejo ni me voy.


Ricardo Medina Covarrubias
22 enero 2012

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viernes, julio 23, 2010

Prodigios cotidianos


Soy testigo de prodigios cotidianos. No es que salgan en los diarios a ocho columnas, pero sí suenan los clarines y descienden haces de luz a mi corazón. Presencio las noticias más grandiosas, que no son charla de café ni noticiero, sino un diálogo interno de perpetua alegría y la posibilidad de encuentros a corazón abierto.

Invocar de nuevo a los niños. Reír hasta que salten las lágrimas. Reencontrar la belleza interior. Activar la vida en baile y sonrisas. Respetar el silencio y esperar a que sea el momento. Ubicar con gozo la beca por la vida. Coexistir con procesos incomprensibles que también toman su lugar. Entregarse porque sí. Permitir que fluyan las lágrimas hasta volver a reír.

Y tras abrazar estos prodigios de otros, zambullirme en la conciencia de que esos instantes soy también yo.


Ricardo Medina
23 julio 2010

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martes, febrero 02, 2010

Narices rojas

Si con ansiedad y dolor tu familia vela
pues tu niñez por momentos queda coja,
quizá no por insensatez y bagatela
surja también una brillante nariz roja.

Verás tras mi antimáscara que devela
mirada de encuentro y sonrisa boquifloja
que el juego enfocado deja suave estela
para retomar tu andar y desechar congoja.

Me lleno el cuenco de las manos de aliento,
con jerarquía pequeña y tendencias aliviosas
contigo juego a lo que toque en el momento.

Al portar efímero y perenne circo de mariposas,
que para cada hermano en dolor buscan encuentro,
somos canales y testigos de obras prodigiosas.

Con mucho afecto a todos los médicos de la risa, portadores de la esperanza y el bienestar compartido.

Ricardo Medina, 29 enero 2010

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lunes, diciembre 15, 2008

¿Alguien duda?

¿Quién podría dudar que exista en muchos la convicción de resguardar la inocencia? Contra todo lo que la amenace, más allá de las vejaciones mundanas. Supera sin duda toda fragilidad y desencanto, falsamente adultas y más bien adolescentes en su decepción.

¿Quién no reconoce que también hay gozo en la entrega? Y que se puede sonreír simplemente por ver ojos azorados de ilusión y bocas inundadas de sonrisas. Sin más premio que el encuentro, sin mayor recompensa que una dulce clandestinidad.

¿Quién puede negar que la magia se reproduzca en todo el mundo, cada año, generación tras generación? En modos infinitos, al regalar inocencia y entrega, más serenos y plenos quedan todos los pequeños duendes que actúan maquinando sus regalos de ilusión. Y estas cualidades les van encaneciendo y redondeando, con cada regalo y con cada estación.

¿Alguien duda que exista Santa Claus?

© clipp, Ricardo Medina Covarrubias
15 diciembre de 2008

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