Tarde de plaza
Hoy fui a la plaza a alimentarme y disfrutar de los alimentos del alma.
En un bullicio de tumultos y colores me encontré a varios japoneses pulcrísimos engullendo buñuelos con el mismo entusiasmo que una parvada de cormoranes devoraría un pez varado en la playa. Con un árbol de respaldo, dos amigas parlanchinas comen sendas tortas tan a gusto que le abrirían el apetito al más ahíto.
Regimientos de exploradores urbanos acampaban en la plaza disfrazados de scouts. Uno de ellos de tales dimensiones que sin duda requiere de una tienda de campaña para el solo. No sé, tal vez aprendiendo del hermano oso, se prepara para hibernar llegado el momento. Todos saciándose de gusto con la idea de un nuevo nudo, un nuevo rango, una nueva buena acción.
Múltiples caravanas familiares transitan cargadas de helado, mangos enchilados, carriolas y sonrisas. A su paso arrojan migajas de obleas y palomitas, dejan la basura en su lugar y reponen la convivencia con conversaciones cotidianas. Los comerciantes se entusiasman: globeros hacen carraspear su silbato afónico, organilleros dan vuelta a la manivela y tenderos pregonan sin compromiso. Al dejar el espacio los gorriones se aventuran a recoger las migajas de oblea a toda velocidad. Quien se iba a imaginar lo cristianos que resultaron estos pajaritos.
Mimos parlanchines ayudados de altavoces, cobran víctimas de mofa que parecen inmolarse con gusto para mantener viva la llama de la euforia colectiva. Zanqueros reparten propaganda de un café cercano, recortando el cielo contra la torre del templo. Si bien no ofrecen la gloria eterna que promete la instalación centenaria, al menos un buen rato de risa o relajación.
Multitudes de famélicas pulgas caninas se jalonean sin cesar y sin remedio de las correas de sus dueños. Entonces éstos las cargan, acarician, y hablan con tal cariño que llena el corazón ver tanto afecto y devoción. Y pensar que hace 600 años, en este mismo territorio, nos llenábamos el estómago con ellas.
Hoy he regresado ahíto de la plaza. De tanta comida deliciosa, de tanta diversidad compartida, de tanto amor cotidiano.
© clipp, 3 de agosto de 2006
Ricardo Medina Covarrubias
9 Comentarios:
Siempre la humanidad nos da algo mas, apesar de su histeria colectiva, o de su mutis ante las injusticias.
pero siempre que salen a pasear desprenden algo como las luciernagas al volar
Que de la mirada, me llevaste paseando por esa plaza, y sentí, olí, observé lo que vos hiciste. Un placer. Saludos master.
Muy bello. De por sí siempre es bello creo, pero esta vez es además de cálido más bello que de costumbre.
¡¡¡¡¡TENGO HAMBREEEEEEEEE!!!!!!
INVITEME A ESA PLAZA PARA MANQUESEA UNA TORTUGA NO?
BESHOSH!
yo solo espero que pase pronto, que pase de lado, esta diversidad de tumultos y gritones no se me da.
Speranza.
Efectivamente, hasta me dio hambre leerte... Ese cuadro policromo que es el centro de la ciudad, reluce en tus letras, gracias por el paseo clipp.
Que bello es pasear por la ciudad... no?
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