lunes, agosto 15, 2005

Recuerdos del Mar

--Para María del Pilar. © Julio 1, 1998

Un inicio cual furia de tormenta. Y yo atónito, embarcado en mi frágil existencia frente a ti, adulta y en todo potencial. Evoco claramente la ansiedad y el temor de cada encuentro frente a tí. Miedo como a aquellos seres míticos e incomprensibles que devoraban naves enteras porque sí...

Hoy es día del Señor. Mi corazón de siete años palpita fuertemente de emoción. Viento de curiosidad en las velas. Sé que estamos en zona de peligro y sin embargo seguimos adelante en la temeraria exploración. Se cuentan historias de aterradores gritos en la noche y fuerza incontrolable que surge y se desvanece sin causa aparente. Con cautela avanzamos, atentos a cualquier señal de peligro: nubes de tormenta, el mar hirviendo, algún relámpago fulminante quizás. Camino con cuidado, pero un paso en falso y la duela cruje bajo mis pies.
--¿Qué hacen aquí? preguntas despertándote con ronca voz.
Y huímos veloces de tí, monstruo marino, con un grito de regocijo y ansiedad...

El conflicto se acrecienta, y hay entre nosotros quienes preparan sus armas contra tí, alimentados por el resentimiento y el dolor. Ambos somos adolescentes de corazón. Frases de furia alimentadas por el fanatismo de su propia verdad fragmentada. En mí la curiosidad, se ha enfocado a otras cosas y te contemplo a veces desde puerto; en ocasiones embravecida, otras tantas impasible. Pasará buen tiempo antes que volvamos a encontrarnos...

Han pasado varios años y me he mudado temporalmente junto al mar. He tomado mis reservas pues se sabe de su legendaria volatilidad. Más viviendo en la playa distingo un cambio radical: han construido un dique de soledad con tabiques incomprensión. Banderas negras advierten “Peligro: locura y tempestad”. En aislamiento, has transformado tu frustración en sueño y televisión. Hay, sin embargo otros junto a tí. Más cruzando nuevamente la puerta, gradualmente nos acercamos y escucho tu brisa, tu llanto y tu rugir. Aquellos aterradores alaridos nocturnos de mi infancia no son más que un detalle que logramos fácilmente reconciliar. La sorpresa se transforma en un tímido abrazo cariñoso. Nuestro breve encuentro se ha vuelto inmortal.

Hoy la marea ha bajado como nunca y no te veré más. Tu imagen vive fresca en mí y en otros, sin dudar. Esperaré algún tiempo y nos volveremos a encontrar, en un lugar y en un instante que no acabarán.

Etiquetas: , ,

1 Comentarios:

At 3:27 p.m., Anonymous Anónimo dijo...

Tanta fuerza adjudicada aquí. Y bueno, lo demás es además de bello muy propio del autor.

 

Publicar un comentario

<< Home