sábado, enero 28, 2006

Condonar o condenar

Me encuentro como tú, ante la disyuntiva de volver a confiar o reforzar mi recelo. Te contemplo en el desencanto que sigue al engaño, en la toalla tirada por pequeñas traiciones que conformaron tu hartazgo. Te miro en ese recelo que no se fía más que de sí mismo. Pero también veo el brillo en los ojos, el anhelo de esperanza y la búsqueda incansable de un sendero superior.

Y sé que podría unirme a esta aridez solitaria –poblada sólo de nostalgia y rencor – si hilvanase desaires, pretendiéndolos experiencias de vida. Me exiliaría tejiendo monólogos de dolor contra quienes trasgredieron la coraza para herir con dolo o torpeza la grácil piel.

Pero no solo de juicios justos se alimenta el intelecto, pues también con generosidad se sacia alma. Mi sonrisa evoca más sonrisas, tu generosidad consciente invita al agradecimiento, y la empatía ante nuestras imperfecciones nos llama a sabernos en la misma pasión. Convoca la compasión. Es un estrecho sendero de perdón genuino que inspira nobleza y lealtad del interlocutor.

Nos encontramos ante la disyuntiva de decidirnos a inspirar el encuentro o desnutrirnos en la soledad miserable. Condonar nuestras fallas hacia el afecto o condenarnos a la soledad por defectos. ¿Por qué vas a optar?

© Enero 28, 2006

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