lunes, diciembre 15, 2008

¿Alguien duda?

¿Quién podría dudar que exista en muchos la convicción de resguardar la inocencia? Contra todo lo que la amenace, más allá de las vejaciones mundanas. Supera sin duda toda fragilidad y desencanto, falsamente adultas y más bien adolescentes en su decepción.

¿Quién no reconoce que también hay gozo en la entrega? Y que se puede sonreír simplemente por ver ojos azorados de ilusión y bocas inundadas de sonrisas. Sin más premio que el encuentro, sin mayor recompensa que una dulce clandestinidad.

¿Quién puede negar que la magia se reproduzca en todo el mundo, cada año, generación tras generación? En modos infinitos, al regalar inocencia y entrega, más serenos y plenos quedan todos los pequeños duendes que actúan maquinando sus regalos de ilusión. Y estas cualidades les van encaneciendo y redondeando, con cada regalo y con cada estación.

¿Alguien duda que exista Santa Claus?

© clipp, Ricardo Medina Covarrubias
15 diciembre de 2008

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lunes, diciembre 24, 2007

Intenso dar

I
Mi inocencia, sorprendida por la traición al afecto, afrontó confundida repetidos actos de violencia. Igual que la de cualquier niño. Sin poderse sustraer, sin refugio a dónde huir.
Y cada afrenta tapió gradualmente el encuentro. Clavo tras clavo en una cerca de separación. Y mi piel de por medio, entre la punzante angustia del acero y el seco desencanto del madero.
La herida infringida, con dolo o con torpeza, pervierte el vínculo y da extraña sombra al abrazo humano. Ofensa y culpa soplan en cruzado aliento que confunde, cuestiona y aisla. Caviló mi inocencia perdida, retraída sin certezas acerca el encuentro, el perdón o el amor.

II
Tantos años esperé inútilmente que el olvido arrancara el sufrimiento y el rencor. Como si el perdón fuera un asunto de sentir bonito y no un acto de dar con decisión, valentía y generosidad.
Por años mi niño se ha quejado, reclamando impotente. Tras la cana que arranco del fulano en el espejo observo que el tiempo me ha dado más que recuerdos amargos. Ahora soy también aprendizaje, fuerza y entender. Arropo con ternura a mi infante y decido ponerme a trabajar.
Me arrojo a darle nombre a toda esa hiel que me acompañó. Te doy tu lugar dolor, desconcierto y abandono. ¿Quién si no yo reconoce lo que habita en mi interior? Y si aquí sigo, es porque he podido darles mayor sentido a esas míseras semillas. Ahora en su lugar, hay fuerza, inteligencia y desapego.
Y respecto a los portadores de las dagas de mi infancia, pues son también víctimas de sus propias circunstancias. No se si arropen su niñez interior, si observen sus llagas, ni cuantos clavos haya en su cruz. Por mi parte, les doy el beneficio de la duda. Considero seriamente que, tal vez, no tenían más recursos a su alcance que su propia finitud.

III
Para mí, me doy el espacio para reconocerme nuevamente. Doy nuevo significado a mi herencia. Doy mi tolerancia a quien compartió conmigo espacios, carente de toda propiedad. Hoy el encuentro es de nuevo posible, las sonrisas son doblemente genuinas la plenitud abarca no tan sólo a la luz. Y en ese dar con intensidad, es que hallo el sentido del per-donar.

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Con profundo aprecio a todos quienes compartimos una historia común, de lenguaje, vivencias y esperanza. Felices fiestas.

© clipp, Ricardo Medina Covarrubias
24 de diciembre 2007

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jueves, diciembre 29, 2005

El gordito bonachón

¿Cuánto tiempo nos dura la certeza de la entrega gratuita? Hay quien asegura que la magia se acaba con la escolarización formal. Y literalmente parece que dejas de creer en Santa Claus cuando entras a primaria, pues siempre hay alguien que quebranta la ilusión.

Y sin embargo, yo sigo creyendo en ese gordito bonachón. Cada día me encuentro con regalos en forma de sonrisas, cortesías viales, respeto laboral y tranquilidad al dormir. Me es imposible negar la magia de sentirme becado por la vida, consentido hasta el hartazgo por quienes me aman sin mayor excusa que un “porque sí”. El jo-jo está presente cada día, y es el 25 de diciembre un buen momento para recordarlo.

Y es frente a esta realidad inmensa que todo este andamiaje educativo sobre la justicia, el orden y la reciprocidad me empieza a parecer realmente estrecho. Ahí está la magia: en que pudiendo optar por la Justicia, preferimos la Generosidad.

© Diciembre 29, 2005

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