En el segundo piso de un local comercial, dentro la recién
terminada medina de Fez, Fátima juega a la escuelita, mientras su padre está en
la tienda, su mamá prepara la cena, y sus hermanos simulan defender la muralla,
lanzando flechas imaginarias a invasores creados por su fantasía. Lo cierto es
que con apenas 40 años de fundada, la ciudadela medieval se ha convertido en el
centro religioso y comercial de la región, en un país que hoy conocemos como
Marruecos.
- – ¡A comeeer! Grita mamá, con suficiente fuerza
para que todos la escuchen.
- – Voy mami. Y en ese instante la niña de cinco
años dio por concluida la lección de lectura que le impartía a sus muñecos. –
Eso es todo niños. Para mañana practiquen leer con fluidez las palabras que
están en la página 8 de su libro. - Y diligentemente se acerca a poner la mesa.
Su
padre sube por la escalera a grandes trancos y guía a la colaboración a uno de
sus hijos, mientras él mismo acomoda el espacio para aprovechar la brisa de la
tarde.
- – Anda, Ibrahim, ayúdale a tu madre. Llena esta
jarra con agua del aljibe y tráela por favor.
Tras agradecer a Alá por su bondad, por los alimentos
compartidos y comenzar a cenar, mamá trae un tema a conversación.
- –
Querido, Fátima quiere pedirte algo.
- –
¿Ajá? Claro hijita, dime. -Contesta él mirado a
la niña, mientras finaliza sus dátiles y albaricoques.
- – ¿Puedes enseñarme a leer? – La verdad es que
Mohamed Al-Fahiri no se esperaba una solicitud de ese tipo. Su expresión
transitó rápidamente de ternura, a sorpresa y luego a profundo interés. Tras
pensarlo un poco, contestó con una gran sonrisa.
- –
Por supuesto que sí. – Y su hija saltó a sus
brazos llena de agradecimiento y emoción. - Y ahora dime. ¿Por qué quieres aprender
a leer?
- – Pues es que ¿cómo le voy a enseñar a leer a mis
muñecos si no se leer yo?
- – Ah, ya veo. Y entonces si yo te enseño ¿tú le enseñarás
a leer a todos ellos?
- – Si papi, te lo prometo.
- – ¡Yo también quiero aprender! Comentó uno de sus
hermanos, y entre risas y anécdotas cotidianas terminaron de cenar.
El papá de Fátima Al-Fihri cumplió su palabra enseñando a
leer a su pequeña. Y ella cumplió su promesa: con entusiasmo dedicó su vida a
estudiar y a enseñar, contribuyendo a que Fez, se convirtiera en el centro
cultural de occidente del Islam, para después ser conocida como la Atenas de
África. Su gusto por “jugar a la escuelita” también nos hace transitar de la
ternurita, a la sorpresa y luego al profundo interés, pues Fátima acabó
fundando la universidad de Karaouiyne el año 859, misma que después de 1,150
años es la institución educativa más antigua del mundo, abriendo año con año
sus puertas a alumnos con ganas de aprender. ¿Acaso no dan ganas de tomar o dar
clase en este espacio milenario?
© Ricardo Medina Covarrubias, 22 de agosto 2014.
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